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En lugar de basarse en una versión debilitada o muerta del virus, como las vacunas tradicionales, ésta se basa en las proteínas de pico externas del coronavirus.
Los científicos identificaron el código genético para producir estas proteínas, y lo encapsularon en una capa protectora de grasa, conocida como burbuja lipídica, y es la que se inyecta a las personas.
Al ingresar, las células humanas sanas, digamos que leen las instrucciones del ARN mensajero y comienzan a generar copias de la proteína de pico del coronavirus, las cuales son absorbidas por las células llamadas «presentadoras de antígeno”, así el sistema inmunológico, aprende a reconocer el virus.
Además libera otros dos tipos de células, las T citotóxicas, que detectan y eliminan las células infectadas por el virus y las células B, cuyos anticuerpos impiden que el virus infecte a las células sanas, y así está preparado para eliminar el patógeno si intenta invadir.
La vacuna de Pfizer ha demostrado tener un 95% de efectividad, con las 2 dosis administradas con tres semanas de diferencia.
Con información de Telediario