Rafael Nadal habla sobre su futuro en el tenis© Quality Sport Images Rafael Nadal habla sobre su futuro en el tenis

Todos hemos sido él alguna vez. Da igual que ni siquiera te guste el tenis. Su resiliencia nos inspira, su capacidad de sacrificio nos enseña el camino. No importa que la victoria parezca un sueño imposible, Rafa seguirá luchando hasta el último punto. Y nosotros también. Porque somos mejores de lo que pensamos.

Somos Rafa Nadal… y vamos a ganar este partido.

Quizás no se haya filmado una escena que constituya una metáfora tan perfecta de la vida, de los tiempos que nos ha tocado vivir, como la pelota de tenis que pasa de un lado a otro de la red al comienzo de la película Match Point. “Aquel que dijo: ‘Más vale tener suerte que talento’, conocía la esencia de la vida”, explica el narrador. “La gente tiene miedo de reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte. Asusta pensar cuántas cosas escapan de nuestro control. En un partido, hay momentos en los que la pelota golpea el borde de la red y, en una fracción de segundo, puede seguir hacia delante o caer atrás. Con un poco de suerte, continúa hacia delante y ganas; o no lo hace… y pierdes”.

Así lo describía Woody Allen en su genial y libérrima adaptación de la novela Crimen y castigo, reflexionando sobre la naturaleza caprichosa de los eventos que marcan nuestras vidas y, en último término, del destino. Ese principio azaroso por el que es tan posible que un accidente en un laboratorio nos lleve al descubrimiento de la penicilina, como que un pequeño virus salte de un animal al hombre en una remota región de China y nos obligue a parar el mundo. Y también, cómo no, el deporte.

Como cualquier jugador profesional de tenis, Rafael Nadal no es ajeno a este tipo de serendipias —¿qué sabemos si el vuelo de una mariposa en Australia provoca la racha de viento que desvía apenas unos milímetros un perfecto golpe ganador en París?—. Tampoco a las detenciones en seco. Las ha sufrido en su carrera a causa de las lesiones y, ahora, como todos, por el maldito llamado Covid-19.

Rafael Nadal: tenista profesional en entrevista con GQ México© Nacho Alegre Rafael Nadal: tenista profesional en entrevista con GQ MéxicoRafa ha pasado los meses de reclusión en su casa de Manacor, Mallorca, con su familia. Entrenando, aprendiendo a comunicarse con sus fans a través de Instagram Live, viendo series y documentales, y, como la mayoría de nosotros, aprendiendo a cocinar un poquito mejor (“me gusta, y he ido probando cosas”). El parón le ha permitido dejar de viajar por todo el mundo y pasar más tiempo con los suyos, pero por más que le agrade estar en casa, su físico, nos dice, ya no es el de un veinteañero. “Es peor para los deportistas que ya tenemos una edad un poco más avanzada. Al final, llevamos muchos kilómetros encima, necesitamos actividad continuada, aunque debamos medirnos las cargas, y un confinamiento tan radical no creo que sea bueno para nuestros cuerpos”.

Y, sin embargo, también nos confiesa que, en estas semanas de confusión y miedo, el tenis ha sido la última de sus preocupaciones. “Todo lo deportivo pasa a un segundo plano cuando hay tantas personas sufriendo, tantas familias que han perdido seres queridos. La realidad es que a mí, personalmente, es algo que ni me preocupa, y lo digo con el corazón. Me da un poco igual si el parón deportivo ha sido bueno, malo o normal, durante todos estos meses he pensado muy poco en el tenis, creo que ha habido cosas mucho más importantes y suficientes desgracias como para ocuparme de algo que creo no deja de ser secundario. Cuando las cosas estén bien, confío encontrarme otra vez plenamente preparado para volver a la acción y seguir siendo competitivo”, sentencia el español.

La pelota ha golpeado en la cinta y, esta vez, ha caído de nuestro lado. Nos ha tocado perder y sólo queda levantarnos y tratar de ganar el próximo punto, parece decirnos Rafa. La mala suerte, por otro lado, goza de una espectacularidad de la que adolece la buena fortuna. Porque también podríamos echar la mirada atrás y observar cómo, en otras ocasiones, esa misma bola sobrevoló caprichosa la red y, milagrosamente, acabó en la cancha contraria. El SARS en 2003, la gripe aviar en 2005… Nos gusta pensar, en efecto, que todo está bajo nuestro control, pero quizás sea justo admitir que el azar juega un papel mucho más importante en nuestro destino del que nos gustaría reconocer.

La suerte no tiene buena prensa entre los tenistas. Hasta el punto de que, cuando lo descrito anteriormente sucede, cuando la pelota amarilla golpea la red y cae mansa en el cuadrado del rival, inhabilitándole para devolverla, cualquier jugador se ve en la necesidad de disculparse. De algún modo, conseguir un punto con un golpe simplemente afortunado es motivo de cierto desdoro, nada que apetezca celebrar. Tampoco verás a un campeón como Rafa Nadallamentarse de que, en el pasado, una bola de partido se negara a volar 10 centímetros más arriba para coronarle con los laureles de la gloria. “No soy muy fan de los ‘y si…’”, nos dice, “porque estaría todo el rato pensando ‘y si hubiera hecho esto’, ‘y si hubiera hecho lo otro’, cuando la realidad es que no lo he hecho. Si yo hubiera metido aquel passing en Melbourne en 2012, habría ganado el Open de Australia. ‘Y si…’. Pero no lo hice”.

La sala de trofeos de su academia de tenis en la que celebramos nuestro encuentro es, por el contrario, la representación palpable de todas las veces que sí lo hizo, de todos los golpes certeros que jalonan una exitosa carrera de más de 18 años. En uno de los rincones del museo hay una pequeña exposición temporal dedicada al Real Madrid en la que luce, brillante y protegida por una mampara de cristal, la última orejona del equipo blanco. Nadal, egregio madridista, nos la señala al pasar junto a ella. “Parece increíble que el Real Madrid haya conseguido 13 Copas de Europa en toda su historia y tú, en menos de dos décadas, hayas ganado 12 Roland Garros. En breve podrían estar iguales”, le apuntamos. “Bueno…”, se limita a comentar, como si la comparación le pareciera un tanto fuera de lugar y extraña, y seguimos nuestro recorrido hacia la urna en la que, en efecto, descansa la réplica de la Copa de los Mosqueteros que la organización del torneo le entregó en 2017, como reconocimiento al mejor jugador de tierra batida de la historia.

“Ese año se estiraron”, nos dice divertido, “lo normal es que te entreguen una copia como éstas”, y señala las otras 11 que ningún tenista ha sido capaz de reunir jamás en una misma habitación. “¿Es de plata?”, le preguntamos, y nos contesta que no lo sabe. En teoría, sí que lo es, pero posiblemente no es algo que uno aprenda a diferenciar de un simple mordisco, ni siquiera cuando lo has repetido tantas y tantas veces a lo largo de los años delante de los fotógrafos.

¿Quién será el próximo Rafa Nadal?© Nacho Alegre ¿Quién será el próximo Rafa Nadal?Finalmente, nos sentamos a conversar frente a la vitrina que resume, en forma de fina orfebrería, toda una vida dedicada al tenis. Ahí están sus cuatro Abiertos de EEUU, sus dos trofeos de Wimbledon y la Norman Brookes Challenge Cup que lo acredita como ganador del Open de Australia de 2009. Pero también sus 11 Montecarlos, sus nueve Romas, sus cinco torneos de Madrid o sus tres Indian Wells, por citar sólo algunos de los 85 títulos ATP que atesora. Rafa Nadal sabe muy bien lo que cuesta vencer en cada uno de esos Grand Slams o Masters 1000, el sacrificio y la entrega, el dolor y la pasión, que están indisolublemente fundidos con el metal de cada copa.

Podría haber ganado alguno más de no haber sido por las lesiones que lo han perseguido ceñudamente a lo largo de su carrera, o por algunas de esas bolas que erraron su destino por escasos centímetros. Pero, como queda dicho, Nadal no es fan de los ‘y si…’. Ni siquiera cuando, aprovechando la pequeña exposición dedicada al equipo de sus amores, le proponemos un juego inocente. “Cuando eras muy joven, tuviste que elegir entre el futbol y el tenis. ¿Cambiarías un Roland Garros por una Champions jugando con el Real Madrid?”, le planteamos. “No, porque yo, al final, soy tenista. Es que yo no puedo… Me ha hecho muy feliz disfrutar de todas las Champions del Madrid como aficionado, ojalá hubiera podido disfrutarlas como jugador, pero es que he gozado de otras cosas de las que no tengo queja alguna, soy muy feliz y me siento muy agradecido a la vida, soy un suertudo por todas las cosas que me han ido ocurriendo, soy un superafortunado, con lo cual sólo puedo dar gracias por todo lo que me ha dado la vida; no puedo fantasear con muchas más cosas porque ya tengo mucho más de lo que hubiera soñado nunca”. En efecto, Rafa Nadal es un tipo con suerte, un hombre que se ha ganado el derecho a soñar despierto. Pero también la viva representación de que aquél que dijo ‘más vale tener suerte que talento’, en el fondo, tampoco sabía tanto de la vida.

NADAL, EL SÍMBOLO

Rafa Nadal es mucho más que un jugador de tenis. Más que uno de los mejores tenistas de la historia, sólo a la zaga en número de Grand Slams de Roger Federer (de quien Nadal y Djokovic ya han dado su opinión). Más que un deportista querido y amado, en su país y fuera de él. Cuando buscamos un personaje que simbolizara el lema de este número tan especial, Change is Good; cuando nos pusimos a la tarea de encontrar a un hombre que reuniera el carisma, la pasión, la resiliencia y la capacidad de adaptación para superar la adversidad que precisan estos tiempos; cuando, en definitiva, pensamos en quién podría encarnar todos esos valores que nos definen como publicación y que necesitamos como sociedad, nos venía un nombre a la cabeza. Un nombre que se ha convertido en un símbolo: de lucha, de tenacidad, de humildad, de trabajo, de entrega.

Por supuesto, si le preguntas, Nadal te dirá que él no es símbolo de nada, como aquellos superhéroes de los cómics que, tras salvar el mundo una vez más, se limitan a espetar un rutinario “sólo es mi trabajo”. Y, en el fondo, más o menos es así. Nadal no piensa que sea un hombre extraordinario y puede que tenga razón. Quizás esa épica del boxeador que recibe la paliza de su vida para levantarse de la lona en el último asalto y ganar el combate por KO sólo esté en nuestras cabezas. Él, simplemente, se limitaba a hacer su trabajo. “Ante todos los problemas que mi físico me ha ido provocando durante todos estos años, siempre he mantenido un pilar básico en las opciones de éxito que es la ilusión y la pasión por seguir adelante. Se puede hablar de muchas cosas, pero creo que este principio que es tan simple y tan básico es el que hace que a día de hoy siga jugando al tenis y siga estando en una posición privilegiada del ranking y compitiendo por los torneos más importantes. Sí que he tenido durante toda mi carrera muchísimos momentos de complicaciones físicas, muchísimos torneos jugando con dolor, muchos días de levantarme y no poder entrenar en condiciones. Pero al final todo consiste en poner las cosas encima de una balanza y a mí siempre me ha hecho feliz lo que hago. No soy una máquina, claro que tengo mis momentos bajos, claro que tengo mis momentos de desilusión, pero en el cómputo global siempre he mantenido esa ilusión que me ha hecho seguir adelante. Gracias a esa ilusión y al entorno que he tenido durante todos estos años, familia, equipo, que me han ayudado decisivamente sin ninguna duda a poder seguir haciendo la actividad que he hecho durante mi vida, gracias a todo ello sigo aquí, sigo jugando al tenis. Y la verdad es que es algo que hace 10 años se me hubiera hecho difícil de imaginar, que a los 34 siguiera viajando por el mundo y compitiendo con opciones”.

Si la comparamos con la de Roger Federer, que continúa ganando torneos a sus 38 años, la longevidad en la élite de Nadal puede parecer un poco menos impresionante. Pero sí que lo es a la luz de las complicaciones físicas que ha sufrido el manacorí a lo largo de su carrera y si atendemos al hecho de que haya sido número 1 en tres décadas distintas, otro hito que ningún tenista había sido capaz de lograr hasta él. “Bueno, yo creo que para conseguir el número uno en tres décadas diferentes primero tienen que darse las circunstancias perfectas”, nos comenta entre risas. “Pero más allá de ese dato sí que es verdad que mi carrera está siendo larga y regular, y estable. Cuando uno tiene la ilusión y la determinación de conseguir algo busca la manera de lograrlo, y yo durante todos estos años creo que he tenido la capacidad de buscar la fórmula de la victoria o del éxito. Creo que me he adaptado a entrenar de diferentes maneras. Antes lo hacía con muchísima intensidad, muchísima energía. Después mi físico no me lo ha permitido, he tenido que adaptarme a entrenar de otra manera, a potenciar aspectos de mi juego que quizás antes no tenía que potenciar tanto. He tenido un equipo muy bueno durante todos estos años que me ha ayudado muchísimo, y yo creo que he tenido la capacidad de saber escuchar y también la capacidad de creer en el equipo, de ser obediente. Y también, como te he dicho, la determinación de querer algo, y querer significa buscar soluciones. Y cuando uno no puede correr tanto pues tiene que mejorar otros aspectos del juego, la colocación en la pista, el servicio. Creo que a medida que he ido perdiendo cosas durante muchos años he ido incorporando otras que me han ayudado a seguir siendo igual de competitivo”.

Cuántos años le quedan de juego, es algo que ni Rafa Nadal puede o quiere responder. “¿Hasta que el cuerpo y la mente aguanten?”, le preguntamos. “Una cosa va unida a la otra”, sentencia. “Todo tiene un principio y todo tiene un final, y yo no soy una de esas personas que le tienen miedo al final, creo que respeto sí, pero miedo no. Cuando llegue el final será el momento de aceptarlo y de seguir buscando motivaciones en la vida”.

Rafael Nadal habla sobre Roger Federer© Nacho Alegre Rafael Nadal habla sobre Roger Federer

En cualquier caso, imaginamos que ya estarás pensando también en tu legado. ¿Esta Academia y este museo en el que nos encontramos son parte de ese legado que te gustaría dejar cuando te retires?

Más que un legado, es una ilusión que se ha materializado. Al final, creo que hemos logrado crear una academia o un centro deportivo de referencia en España. Viene gente de muchísimos lugares del mundo. Eso es lo que me hace feliz, ver que hay muchos niños de muchos países que vienen cada año y se lo pasan bien, y practican deporte en un ambiente positivo. Los niños que viven aquí todo el año, estudiando, entrenando, son felices, y eso es emocionante. Cuando a final de año llegan las graduaciones y ves a los niños llorando porque se tienen que ir… En cierto modo es una gran satisfacción personal, que los niños y niñas se vayan pensando que han pasado aquí unos años inolvidables y que les han servido a nivel tenístico, personal y social, que han crecido como personas, que la formación académica les ha ayudado a estar preparados para lo que decidan en el futuro y que han llevado su tenis al límite de sus posibilidades. Y que todo esto lo hayan hecho compartiéndolo con muchos compañeros con los que han tenido vivencias inolvidables, conociendo niños y niñas de todo tipo de culturas, es algo totalmente enriquecedor. La realidad es que normalmente se van de aquí con tristeza, y eso en cierto modo es una gran noticia.

¿Sería bonito para ti que el próximo Rafa Nadal saliera de tu Academia?

No hay próximo Rafa Nadal. Lo que habrá será otro que será igual o mejor, no se sabe, el futuro siempre depara cosas inciertas, y antes hablábamos de Roland Garros, el legado de Roland Garros. Bueno, yo he ganado 12, y siempre tengo la certeza de que si lo he hecho yo, que me considero una persona normal, seguro que vendrá otro y lo igualará o lo superará, por qué no, ésta es la realidad. Es difícil, sí, claro que es difícil, pero también ha sido difícil para mí y he llegado hasta donde he llegado a día de hoy. Por qué no va a venir otro que lo vaya a igualar o superar. Yo creo que pasará, no sé cuánto tiempo llevará, pero pasará, porque al final todas las cosas en este mundo están para ser superadas, y también vendrá alguien que superará a Novak, a Roger, a mí, vendrá alguien que nos superará, y esto es bueno y es parte de este mundo, es una evolución continua.

Hablando de Roger, ¿crees que no se ha retirado aún porque teme que le puedas quitar el récord de Grand Slams?

No creo, yo creo que Roger no juega al tenis ni por mí ni por nadie, juega al tenis porque le gusta jugar al tenis, porque le apasiona este deporte y porque le divierte seguir jugando al tenis. Por este simple motivo, porque le gusta hacer lo que hace.

NADAL, EL CIUDADANO

Se suele decir que no hay nada peor que conocer a tus ídolos. A veces, descubres que son maleducados y altivos, o que su carisma desaparece al bajar de un escenario, o que apenas saben articular un discurso; pero lo peor suele ser descubrir, simplemente, que son seres humanos como tú. Ese peligro no existe en el caso de Rafael Nadal. Lo sabes de antemano, incluso antes de saludarle con el puño (distancia social obliga). No hay desengaño posible con un personaje que ha huido por sistema de serlo, que se ha empeñado como pocos en reafirmar a diario ante la sociedad su condición de simple mortal. Con una habilidad prodigiosa para jugar al tenis, pero simple mortal al fin y al cabo. Hasta su modo de jugar al tenis es profundamente humano, puedes sentir cómo sufre en la pista, al contrario de lo que pasa, por ejemplo, con el etéreo Roger Federer. “No sé qué más se puede contar de él, Rafa Nadal es transparente”, nos aseguraba la gente de su equipo cuando preparábamos este reportaje. Y, en cierto modo, tenían razón. Lo que ves es lo que hay.

Lo que no quiere decir que Rafa Nadal sea un hombre normal y corriente. No lo es. Por más que se lo haya ganado a pulso, no deja de ser un privilegiado, y él es consciente de ello. De hecho, es el modo en que afronta ese privilegio lo que hace de él un ídolo diferente. Rafa no se toma esa buena fortuna que lo ha bendecido con fama, dinero y prestigio social como una vitola que lo sitúe por encima de los otros, sino como una responsabilidad hacia aquellos que no han tenido tanta suerte. Su voluntad de ayudar no surge de una necesidad inconsciente de acallar la mala conciencia, o de mejorar su ya de por sí inmejorable imagen pública, sino de un impulso sincero, de una empatía hacia sus semejantes.

Cuando te explica, por ejemplo, cómo surgió su colaboración con Cruz Roja para ayudar en la crisis del Covid-19, sabes que sus palabras están desprovistas de ninguna segunda intención. “Llevaba unas semanas hablando con mi equipo porque quería hacer algo, pero te lo digo de manera honesta, no sabía cómo. Porque siempre que ha habido un desastre natural hemos tenido una opción de ayudar. No sé, cuando hubo el desastre aquí en Mallorca de las inundaciones hace unos años pude hacer una donación [de un millón de euros]. Y después cuando ha habido los fuegos en Australia hemos hecho cosas allí para recaudar fondos, aparte de donaciones personales. Bueno, siempre creo que nos hemos volcado en las tragedias que han ido sucediendo, pero en este caso era diferente. Lo digo con la mano en el corazón, no sabía por dónde empezar. Y la realidad es que me mandaron desde mi equipo el programa de Cruz Roja Responde. Analizamos algunos más, y bueno, a mí personalmente me convenció, porque creo que abarcaba todos los problemas que podían aparecer por causa del virus, tanto durante como post-pandemia, y en diferentes colectivos. Y al final lo que hice aquella noche fue llamar a Pau [Gasol], que estaba en la otra punta del mundo, y decirle que sería bonito montar algo, porque creo que era necesario y que era el momento de aportar algo desde el mundo del deporte. Pau enseguida me dijo que quería participar, que él también tenía la misma inquietud y tampoco sabía la manera de arrancar. Julen Lopetegui nos ayudó en el mundo del futbol y fuimos contactando a diferentes deportistas. Al final se hizo una red importante de gente que aportó su granito de arena, no sólo apoyando el proyecto con su imagen, sino haciendo donaciones, y la verdad es que el proyecto Cruz Roja Responde llegó a recaudar más de 14 millones de euros”.

Lo que no quita para que, tanto en el pasado como en el presente, muchos hayan tomado esta disposición a devolver a la sociedad parte de lo que la sociedad le ha dado como simple hipocresía. Son aquellos que, por ejemplo, le acusaron de postureo por ayudar escoba en mano como un voluntario más a paliar los efectos de las inundaciones de diciembre de 2018 en Sant Llorenç, de las que el propio Nadal hablaba unas líneas más arriba. O los mismos que se echaron en tromba en las redes sociales, antorchas en mano, cuando el manacorí expresó su opinión sobre la gestión de una pandemia que, nos asegura, le tuvo tocado durante muchas semanas. Nadal ni siquiera parece consciente del alcance de la polémica. “Yo es que soy de otra época, no he nacido con las redes sociales ni he crecido con ellas, vivo un poquito al margen de todo aquello, te prometo que no tengo la percepción de esa crítica”, nos confiesa.

“Igualmente te digo que siempre es lo mismo, estamos en un mundo en que las noticias negativas o los comentarios negativos siempre son noticia, y los positivos nunca lo son. Sólo es noticia lo negativo, si ves las noticias en cualquier telediario siempre acabas destrozado, porque nunca hablan de algo positivo que haya sucedido en la sociedad. Yo me mantengo en lo que dije y lo volvería a decir, porque yo no dije nada que saliera de lo normal. Dije lo que yo sentía en aquel momento. Y por qué no voy a poder opinar yo de lo que me plazca siempre que sea con respeto. Soy un ciudadano español igual que cualquier otro, soy un deportista igual que otros son ingenieros o electricistas, y tengo el mismo derecho de expresar mi opinión que cualquier otro ciudadano. Después que mis declaraciones tengan un impacto o se quieran usar políticamente por un bando o por el otro, eso ya no depende de mí. Lo que sí te digo es que yo no voy a entrar en la radicalización que muchos pretenden implantar en esta sociedad, en la que se intenta hacer polémica con todo. Ha llegado un momento en que cualquier cosa que se diga es política, la bandera es política, el que uno diga que lo que han hecho está bien o está mal pues también es política, uno ya no puede opinar libremente lo que uno cree porque entonces estás hablando mal de un gobierno. Yo nunca hablé mal de un gobierno, expresé una opinión que creía en aquel momento y la verdad es que la expresé con el máximo respeto. Lo que pasa es que a día de hoy no se puede decir absolutamente nada, porque desgraciadamente nos están radicalizando. Creo que es algo que nos tenemos que replantear todos, y en este caso también  un poquito los medios de comunicación y los líderes que nos dirigen. No podemos ver peleas todo el día en la televisión. No puede ser que los que sean de un bando digan que los que son del otro lo hacen todo mal, porque no me lo creo [risas], seguro que los de cualquier bando hacen cosas bien, y seguro que todos hacen cosas mal. A mí no me interesa participar en este circo de hipocresía y radicalización. Yo ante todo soy persona, no tengo ninguna necesidad de hacer política o querer beneficiar a unos o penalizar a otros con lo que yo diga, no tengo ninguna intención de hacer eso, no tengo nada que ganar o que perder en todo eso, y dios me libre de ello. Cuando hablo lo hago simplemente como ciudadano y con la humildad que me permite mi conocimiento, porque yo al final lo único que soy es un ciudadano más, no soy médico, soy un deportista que sigue la actualidad, y si me hacen una pregunta, pues qué quieres que te diga, ¿no la contesto? Pues no, tengo que dar una opinión, si no quedo como un tonto también (risas)”. Dicho queda.

Rafa Nadal: sobre Federer y el próximo Nadal© Nacho Alegre Rafa Nadal: sobre Federer y el próximo Nadal

NADAL, EL HOMBRE DE FAMILIA

Cuando hablas con Nadal, quizás el tema más recurrente en su discurso es la familia. Sale a colación cuando le preguntas por el regreso a la competición y su disposición a volver a jugar. “Me reservo ahora mismo mi veredicto, porque estoy a la expectativa de cómo evolucionan las cosas. Cuando llegue el momento, tomaré una decisión y lo haré después de hablar con mi familia y mi equipo, entre todos tomaremos la decisión que creamos que nos conviene más”. O, por supuesto, cuando le preguntamos por el cambio que representó la salida de Toni Nadal en 2017 de la primera línea de su equipo de entrenadores. “Toni deportivamente hablando es la persona más importante de mi vida sin ninguna duda, sin Toni yo de entrada no sería ni tenista”, nos dice. “Fue él quien decidió que quería dar un paso al lado y centrarse más en la Academia, o estar más en casa. Nunca he tenido un problema con eso, con él siempre ha estado todo bien. Siempre he dicho que yo soy antes sobrino, familiar, que su pupilo. Él es mucho antes mi tío que mi entrenador”.

La familia es algo que es muy importante para ti, y hace poco te casaste. ¿Te ves como un padre de familia en el futuro?

Sí, si Dios quiere, sí. Sí, soy una persona a la que le gustan los niños y mi educación siempre ha sido de esa manera, con lo cual me costaría entender la vida sin formar una familia.

¿Quizás cuando te retires y vivas más tranquilo?

No lo sé, son cosas que van entre mi pareja y yo [risas]. No se lo digo ni a mi padre ni a mi madre, con lo que no te lo voy a responder a ti [risas].

¿Animarías a tus hijos a que siguieran una carrera como la tuya?

Ojalá, ya le iría bien a cualquiera de mis hijos, si es que tengo la suerte de que vengan, tener la carrera que he tenido yo, sin ninguna duda. Lo digo con toda la humildad, pero es la realidad, al final a mí las cosas me han ido muy bien durante muchos años, con lo cual claro que me gustaría esta vida para mis hijos. Yo he tenido una gran suerte, he podido vivir experiencias inolvidables gracias al deporte y vivir muchas cosas que sin mi carrera tenística pues no habría podido vivir ni conocer jamás. Supongo que cuando vengan los hijos se dedicarán a lo que quieran, pero evidentemente claro que me gustaría que estuvieran involucrados en el deporte, al final creo que estar en el mundo del deporte, educacionalmente hablando, es algo positivo.

Precisamente tu mujer está al frente de la Fundación Rafa Nadal, que cumple ahora 10 años…

Sí, y durante estos 10 años no hemos parado de evolucionar, de crecer, y de intentar transmitir los aprendizajes y los valores que el deporte nos ha dado. Nosotros lo que hacemos es intentar dar oportunidades a niños y niñas que no las tendrían en su vida cotidiana, para lo cual trabajamos en diferentes proyectos. Uno de los más importantes para nosotros son los centros de día que tenemos, donde acogemos a niñas y niñas en riesgo de exclusión social: les atendemos por las tardes, practican deporte, hacen los deberes, les damos una comida a media tarde, intentamos generar oportunidades para niños y niñas que si no estarían en las calles en un ambiente desfavorecido, en riesgo de malas compañías o de coger un camino equivocado. Estamos creciendo, tenemos aquí el centro de Mallorca, el de Valencia y nos ilusiona seguir creciendo y ayudar a más y más gente. También tenemos el proyecto Más que tenis, asistimos a niños con discapacidad intelectual a través del tenis. También tenemos el proyecto de becas, para ayudar deportiva y económicamente a niños que tienen talento para que puedan seguir su camino hacia EEUU o hacia donde decidan. Tenemos nuestro proyecto en la India, que fue el primero de todos, que sigue adelante, que compartimos con la Fundación Vicente Ferrer, donde los pequeños van después del colegio, juegan al tenis, estudian informática, matemáticas e inglés. Ahí, en Anantapur, la situación es muy complicada, ahí sí que hay muchos niños que viven en una situación muy complicada. Creo que la fundación Vicente Ferrer ha hecho un trabajo fabuloso y la verdad es que llevamos ahí 10 años aportando nuestro granito de arena.

Por último, en un momento tan complicado como el que estamos viviendo, ¿qué valores del deporte crees que se podrían aplicar en España?

Creo que tenemos que dejar que la gente trabaje, y debemos apoyar a quienes quieren trabajar. Pienso que lo que necesitamos son personas dispuestas a esforzarse, a estar despiertas. Me refiero a gente que sea emprendedora, gente que no sólo, y lo digo con el máximo respeto, piense en trabajar para conseguir un sueldo, gente que tenga ilusión por emprender. Y creo que requerimos como país potenciar y ayudar a todos aquellos que tienen ilusión para salir adelante, y los mejores deben tener la posibilidad de salir adelante, porque al final la gente que es emprendedora también genera muchos puestos de trabajo, que hacen falta en la situación que estamos por culpa de esta pandemia. Necesitamos personas valientes, comprometidas y con capacidad de superación y de trabajo.

Terminamos y Rafa baja al garaje por su coche que, como no puede ser de otra manera, es un Kia Stinger. Ha quedado a cenar con su padre y, antes de irse, nos recomienda un restaurante para que hagamos lo propio. Muchos días después, mientras escribo estas líneas en la tranquilidad de mi hogar –sólo interrumpida por los reclamos de mi hija pequeña–, me viene a la cabeza el final de Match Point, en el que uno de los personajes, mientras contempla a un recién nacido, asegura que no le importa que sea un genio, sino sólo que tenga suerte. Y después recuerdo aquellas otras palabras de Kareem Abdul-Jabbar: “Creo que lo bueno y lo genial sólo están separados por la disposición al sacrificio”.

Con información de GQ