© Proporcionado por La Jornada Logran entrenar a 11 de 16 animales. Mostraron un nivel de rendimiento comparable al de los niños, señalan. La imagen fue captada en el Instituto de Investigación de Biología de Animales de Granja, en Alemania. Foto Afp 

Esto puede controlarse encerrándolas en establos, pero en estos espacios cerrados su orina y heces se combinan para crear amoniaco, gas de efecto invernadero indirecto.

Según un estudio publicado en la revista Current Biology, investigadores muestran que las vacas pueden ser entrenadas para usar letrinas, lo que permite recoger y tratar los desechos, limpiando así el establo y reduciendo la contaminación del aire, así como creando granjas más abiertas y respetuosas con los animales.

De manera normal se asume que el ganado no es capaz de controlar la defecación o la micción, como muchos animales de granja, es muy inteligente y puede aprender mucho, por qué no a usar una letrina, afirma Jan Langbein, coautor del estudio y etólogo del Instituto de Investigación de Biología de Animales de Granja (FBN) en Alemania.

Para enseñar a los terneros a usar esos depósitos, proceso que denominaron entrenamiento MooLoo, el equipo, con científicos del FBN, el Instituto Friedrich-Loeffler, en Alemania, y la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, trabajó al revés. Empezó por premiarlos cuando orinaban en la letrina, y luego les permitieron acercarse a esos depósitos desde fuera cuando necesitaban orinar.

El amoniaco producido en los desechos de las vacas no contribuye de manera directa al cambio climático, pero cuando se filtra en el suelo, los microbios lo convierten en óxido nitroso, el tercer gas de efecto invernadero más importante después del metano y el dióxido de carbono. La agricultura es la mayor fuente de emisiones de amoniaco, y la ganadería representa más de la mitad de ese aporte.

Procedimiento

Hay que intentar incluir a los animales en el proceso y guiarlos hacia lo que deben aprender. Suponíamos que sería posible entrenarlos, pero no sabíamos hasta qué punto, señala Langbein.

Para fomentar el uso de la letrina, los investigadores querían que los terneros asociaran el hecho de orinar fuera de ella con una experiencia desagradable. Como castigo, primero utilizamos unos auriculares y reprodujimos un sonido muy desagradable cada vez que hicieran sus necesidades fuera. Pensamos que esto castigaría a los animales, no de forma demasiado aversiva, pero no les importaba. Al final, un chorrito de agua funcionó bien como disuasión suave, sostuvo.

En el transcurso de unas semanas, el equipo de investigación consiguió entrenar a 11 de las 16 terneras del experimento. De forma sorprendente, los animales mostraron un nivel de rendimiento comparable al de los niños y superior al de los muy pequeños.

Langbein es optimista y cree que, con más entrenamiento, este porcentaje de éxito puede mejorar. Después de 10, 15, 20 años de investigación con el ganado, sabemos que los animales tienen una personalidad, y manejan las cosas de forma diferente. No son todos iguales, destaca.

Ahora que los investigadores saben cómo entrenar a las vacas para que hagan sus necesidades, quieren trasladar sus resultados a alojamientos reales para el ganado y a sistemas exteriores. Langbein espera que en unos años todas vayan al baño.

Con información de La Jornada